viernes, 15 de abril de 2016

Oiga ... Jooooven!



Tuquillo 

27 de diciembre de 2015


Bueno, llegó el domingo 27 y nosotros con el pescado sin vender o mejor dicho: el burro sin andar, el auto sin arrancar.
Super ilusionados subimos todos los bultos arriba, abajo y al costado del auto; me subí yo … empujaron 20 metros y se volvió a parar. Imaginen la energía y los insultos de Frank, se acordaba de todo el mundo. Cabe recordar que estamos en el medio de un desierto, a las doce del mediodía otra vez pero por suerte enfrente de la casa de un ángel en el camino, esta vez su nombre en Javier y estaba muy concentrado mirando las partes abiertas de otro auto.
Almorzamos snacks, coca y algunas galletitas con picadillo y queso debajo del único árbol al borde de la calle. A las cuatro de la tarde nos dimos un abrazo muy fuerte con Lucho, le indicamos a donde íbamos (como si supiéramos) y nos fuimos a ver como podíamos irnos a Tuquillo. En el paradero había mucha gente, entre ellos un joven que se  quería subir a toda costa pero el conductor le dijo que tenia que ir al siguiente carro, sin saberlo nos habíamos cruzado con nuestro próximo ángel del camino.
En tan solo 10 minutos se llega desde Huarmey a Tuquillo, un conjunto de playas en el centro noroeste de Perú que las denominaron “La piscina del Pacífico”, creo que por eso siguen en el anonimato, ignoradas por los surfers que buscan las crestas de las olas.

“Viajar ayuda a valorar aquellas cosas que por cotidianas se nos hacen evidentes. No supe el verdadero significado de una ducha caliente, de unas sabanas limpias o de un plato de ravioles hasta que su ausencia prolongada me mortificó la rutina.” Caminos Invisibles

Llegamos a Tuquillo entregados, ya no teníamos más fuerzas, sobretodo Frank que hacia tres días que empujaba el auto.  En el camino conocimos a Fernando (el joven que en el paradero se había querido subir con nosotros al carro), en realidad Frank, porque yo venia una cuadra mas atrás, mientras se me iban cayendo las cosas. Nos contó que se podía acampar sin ningún problema y que además quizás había posibilidad de trabajo.
No hay luz, no hay agua dulce… pero hay mar, mucho viento y buena energía. Nos tiramos en la arena, llenos de protector porque el sol te parte, estamos casi en pleno desierto … mejor le saco el “casi”.

Disfrutamos del mar y nos hicimos nuevos amigos, Piero y Fernando nos recomendaron que empecemos a armar nuestra casa antes de que se vaya el sol, así que manos a la obra… al terminar nos merecíamos un mimo y no podíamos ser indiferentes al cartel que  estaba colgado en el bar:
”Pizzas a la leña”  pedimos una de Peperoni, cerveza y mojito, nos quedamos sin dinero pero valió la alegría. Nos presentamos con el Rasta y quedamos en contacto.

Volvimos a casa a hacer un lindo fuego, compartir momentos con nuestros amigos y a dormir temprano … otra manera de vivir en viaje nos espera




 

2 comentarios:

  1. Medio día,desierto, único árbol, picadillo.....creo que sé de que hablas....

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  2. Jajaja siiii!!! Angastaco un porotoooo te lo juro! Abrazo grande genio!

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